(se que todos estaban esperando este post, y por fin, llegó el día en el cual me toca escribirlo y va para ustedes que siguieron paso a paso, semana a semana esta historia)
-
Cuando abrí los ojos esta mañana y tomé conciencia de que era viernes, mi cuerpo y mi mente se sintieron el triple de cansados, aún así, tuve que levantarme. Debo reconocer que aún metida entre las sábanas calentitas y con los ojos entrecerrados, lo primero que hice (luego de apagar el despertador) fue mirar mi celular, abrirlo y encontrarme con que nunca había llegado la respuesta (cualquiera que fuese, buena o mala, pero respuesta al fin como esas que ameritan algunos mensajes por el hecho de ser especiales) que me quedé esperando hasta dormirme. Esto hizo que encare el día con muchísima mala onda y eso me molestaba, y más tarde me enojaba. (conmigo, como siempre) Pero arranqué. Teñida de un color gris interno y de una actitud rabiosa con el mundo externo, me tomé un taxi y así, empezaba mi jornada laboral.
Las primeras horas de la mañana estuve con esa misma energía que se iba incrementando hasta que tuve la oportunidad de sacarme la inquietud y saber si ese mensaje que yo había envíado, había llegado a destino: Sí, había llegado. Ahora, con mi certeza, ya no necesitaba otra cosa más que poner en marcha aquello que siempre tuvo que haber seguido tal como estaba porque con modificaciones, no resulta y si no resulta, no me interesa. Ya no me interesan las cosas que no resultan. Sin enojos ni reproches, todo eso lo quiero bien lejos. Asi que puse en práctica todo lo que necesitaba para que eso suceda y, el resto de la mañana fue a pura concentración laboral. Y así pasó el mediodía y la tarde. El gris se iba tiñiendo de un color algo más claro y solo sentí angustia y desilusión en pequeños instantes que pude controlar. Y así se fue el viernes laboral. Con el mal extirpado, yo me sentía distinta. La incertidumbre y la espera me perjudican y todo aquel que me las provoca con empeño, me provoca rechazo. Sin esperar nada, sin incertidumbres ni grises, salí a la calle y comencé a caminar hacia Coronel Díaz y Santa Fe, donde espero al 128. Monedas en la mano. Visualizo al bus que viene a lo lejos y tomo mis monedas del bolsillo mientras apuro mi cigarrillo. El bus se para en el semáforo y, en ese lapso, me distraigo y miro para el costado, a la gente que pasaba.
Y ahí lo ví: BusBoy.
(imaginen mi cara, mi cuerpo, mi respiración, mis ojos y mi cabeza, no sabía si gritarle, saltar encima de él, correr, o quedarme ahí mirando)
¿Qué hizo Lucy? Bien, paso a contarles, por supuesto. (fieles seguidores de esta historia)
Me salí de la fila del bus y comencé a caminar dentrás de él. No importaba a dónde me dirigía, cuánto iba a tener que caminar y tampoco sabía qué era lo que iba a hacer, pero esta vez no lo quería perder ni dejar ir.
Caminaba BusBoy por Coronel Díaz (en la dirección que van los autos) y yo dentrás, muy cerquita y observando cómo camina, cómo se mueve, qué mira, cómo viste.
Lo segundo que hice fue sacar mi libro de la cartera, pues dentro del mismo (entre sus hojas) estaba El Sobre de BusBoy, sí, el que todos conocen muy bien. Estaba dentro del folio. Yo caminaba rápido, miraba a BusBoy para que no se me pierda y ahí, en medio de la calle, sacaba el sobre del folio, sostenía el libro para que no se caiga, agarraba la cartera. Digamos, estaba haciendo un embrollo inimaginable. Rescato el sobre, doblo el folio y lo guardo en la cartera, me quedo con el libro en la mano y guardo el sobre entre sus hojas. Me acomodo un poco (como para no parecer una desquiciada) y saco mi gloss de la cartera y comienzo a pasarlo por mis labios, como para lucir mejor. (?)
Todavía no sabía cómo hacer, pero yo seguía caminando detrás de él rogando que no se de vuelta antes de que yo piense algo interesante. Estaba sobreexcitada, esto no lo esperaba y la situación improvisada me estaba tomando sorpresivamente y yo, me entregaba a eso.
Seguía caminando detrás de Busboy y pensé en ustedes, por lo que saqué mi celular y tomé una foto de esta persecusión digna de una ficción. Aquí se la presento: (la foto está movida, calculen que yo iba caminando y no podía perder a BusBoy)

Bien, sigamos. Cruzamos Charcas, y cuando se aproxima la siguiente calle para cruzar, lo frena el semáforo y yo, me paro a su lado. Me mira, lo miro. Nos miramos. Aparece en nuestros rostros (mas bien en su rostro) la sorpresa y un gesto que llevaba implícito un dejo de complicidad. Y ahí, en ese momento BusBoy me dice:
- Hola.
- Hola. ¿Vos sos el Boy del Bus?
- (se ríe) Sí, y vos sos la Girl del Bus.
- (me río) Sí, somos nosotros.
- ¿Cómo estás?
- Muy bien y vos?
- Muy bien. ¿Vas para allá? (me dijo mientras cortaba el semáforo y nos permitía avanzar)
- Sí (yo iba para cualquiero lado, obvio, pero eso él no lo imaginaba)
- ¿Empezó tu fin de semana ya?
- Sí, por suerte sí. ¿El tuyo?
- También. Llegué con lo que pude al viernes. Ya no daba más. ¿Cómo te llamás?
- Lucy.
- Yo BusBoy.
- ¿Trabajás por acá?
- En Salguero y Libertador.
- Ah, cerca.
- Sí, y a veces vuelvo caminando.
- Sí, yo también a veces, sobre todo los viernes, trato de caminar cuando termino de trabajar, como para bajar un poco y despejarme. Aprovecho que no tengo que irme corriendo para ningún otro lado.
- Sí, tenés razón, ayuda caminar. ¿Viste el frío que hace?
- Sí, pero a mí me encanta. Siento que me renueva, y me da energía para caminar.
- (se ríe (?) y se frena) Me gusta ese punto de vista para con el frío. Bueno, acá doblo yo... (miradas)
- Ah bueno. Yo sigo. (fue lo primero que se me ocurrió y, sentí que era EL momento)
- Bueno, espero verte pronto Lucy. (me da un beso)
- Esperá, no te vayas. Te tengo que dar algo.
- (cara de sorpresa absoluta, como desorientado en tiempo y espacio) Si?
- Sí, pero me tenés que dar unos segundos y te tengo que pedir que te des vuelta y no mires. ¿Puede ser?
- Sí, no hay problema...
(ahí me doy vuelta, abro el libro, agarro el sobre, tomo un lapicera y le agrego a la notita mi número de celular, todo esto tapando de espaldas para que no vea absolutamente nada, de atrás parecía como que yo estaba buscando algo, lo hice muy rápido. Meto la nota en el sobre Pink y me doy vuelta).
- Tomá, esto es para vos.
- ¿Para mí? (la cara de sorpresa ahora era triplicada)
- Sí, lo llevo conmigo todos los días para dártelo cuando te vea en el bus, pero las cosas hicieron que te lo termine dando acá. Tomá, es tuyo.
- (lo agarra con los ojos totalmente fuera de foto) Bueno, gracias. (me da otro beso totalmente anonadado)
- Chau...
- Chau...
Busboy tomó su rumbo y dobló, y yo seguí mi rumbo y seguí derecho. El camino me llevaba a mi casa. Nunca había caminado desde el trabajo hasta mi casa y estaba decidida a hacerlo. Estaba tan salida de la vaina que no podía subirme a un Bus. Quería gritar, correr, algo. Caminé mucho, me puse mis empetrés y caminé y caminé.
(aclaro que le agregué el tel porque: "My name is Lucy" había perdido fuerza cuando él me preguntó mi nombre. Sentí que tenía que agregarle algo a esa nota, sino no tenía demasiado sentido)
Mientras caminaba y escuchaba mi música sentí que lo poco gris que quedaba sobre mí, ya no estaba. Algo me estaba diciendo que estaba bien lo que yo estaba haciendo, que yo merecía una sorpresa, un mimo, algo lindo. Y "la vida" me lo estaba dando por otra vía y con esta sorpresa.
No importa lo que pase a partir de este momento, mi objetivo era entregar ese sobre y lo pude hacer de la manera menos pensada. Todo lo que pueda pasar o no, ya no depende de mí y ya no me preocupa porque comienza a formar parte del clásico modo de vincularse que tienen dos personas. Mi objetivo se cumplió y yo caminaba contenta. Sorprendida noto que faltaban 2 cuadras para llegar a casa. No sabía cómo había caminado tanto. Me detuve en un puesto de flores y compré 3 ramos preciosos de fresias: Uno por mí, otro por BusBoy (y el encuentro absolutamente sorpresivo) y otro porque hoy me merecía sonreír.