11 octubre, 2006

Dejarte ir

Semana emotiva y movilizante si las hay.
En medio de la mezcla de sensaciones, el surgir de los sentimientos y la aparición de nuevos motivos, la búsqueda de aquello que uno sabe, le hace bien.
Por eso lo llamé a Ringo. Eran la 1:10 a.m.
Esta vez, no dí con el contestador (¿afortunada o desgraciadamente?), me atendió él.
Ahí estaba su voz y todo aquello que (me) trae esa voz y escucharlo.
- Hola
- ¿Hola Ringo?
- Hola...
- Soy yo...
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Plaft!!!!!!
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¿Y ese ruido?, me pregunté.
Y la respuesta llegó sola. Me cortó.
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Y con esa reacción de su parte me quedo porque es la actual, es la última, es la de hoy, es de él y es conmigo.
Con el dolor intenso que me provocó situación tan sorpresiva comienzo a recorrer la desilución y la caída del Emperador ante los suyos.
Busqué el espejo y fui hasta él desnuda para mirarme un rato largo. Ví tanta tristeza que me conmoví a mi misma.
Ya no habrá llamados para él y vendrá un tiempo de silencio voluntario que luego se ira conviertiendo en natural, después olvidar el número, mas adelante pasar a ser dos extraños como aquellos que fuimos antes de conocernos.
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Precisamente era eso lo que temía y ahora llega, aquí está conmigo. No le doy la bienvenida porque no lo quiero pero se instala y se queda, me hace compañía.
La extrañeza me toma y el ciclo se termina.
"Mi Ringo no me cortaría jamás el teléfono de ese modo", me digo. Pero lo hizo.
¿Acaso ya estaremos siendo extraños?
En esta noche muerta me retiro y te libero. Dejo mi corazón afuera, en la puerta, lo abandono dado que es la única forma de soltarte porque es tuyo y está conmigo, pero lo dejo y con eso te permito y me permito que andes solo sin cuidado, te dejo ir esta noche porque así vos lo quisiste, a pesar mío.
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