10 octubre, 2006

Cuando lo que sabía que iba a pasar, pasa.

¿Por qué no haberlo evitado? Es la primer pregunta que uno se hace cientos de veces cuando llega ese lapso posterior, en el cual pasamos a ser conscientes de lo que acaba de sucedernos y que, aun sabiéndolo, dejamos pasar el tiempo con tal de tener un poco más.
Entonces supongo que mi instinto de conservación es disfuncional o sádico. Una u otra opción arrojan las mismas consecuencias y, seguramente sea por eso que cada vez tengo mas miedo de lo que puedo hacer por mí misma en este tipo de crónicas anuciadas de mi propia muerte.
Errática y abrumada reviso cada componente de la situación, tal vez en un intento por romper con la repetición de mis actos, para no volver a verme - como ahora - cayendo indefensa desde la cúspide de la anticipación pasiva y sin visualizar ningún sostén mientras me quiebro en pedazos con el desolador impacto. Se me ocurre hacer una revisión minuciosa y por escrito, probablemente para creerme que, con ello, la próxima vez que tenga la certeza de lo que va a suceder, voy a acudir a la lectura de dicha revisión y, tal vez, lograr cuidarme de la próxima caída. Pero la verdad es que tampoco se si va a resultar, entonces siento mas miedo. Aun así me encapricho (como siempre) y comienzo a a redactar la revisión;

  • Reproche permanente.
  • Repaso incesante de las frases mas dolorosas escuchadas durante el episodio.
  • Aumento significativo de la cantidad de cigarrillos fumados.
  • Sensación de irrealidad.
  • Espera prolongada del llamado que nos dice "Todo lo que pasó no tiene sentido, quiero volver a verte, no sabía lo que decía".
  • Aumento progresivo de la angustia mientras pasa el tiempo y esa llamada no llega.
  • Llanto desesperado al asumir que ese llamado nunca existirá.
  • Confirmación absoluta de la situación.
  • Flashbacks de los buenos momentos vividos previamente.
  • Llanto intenso.
  • Elección de banda de sonido apropiada para la ocasión.
  • Flashbacks de los malos momentos vividos previamente.
  • Aparición del odio: primero hacia uno, luego hacia el otro y, finalmente, hacia todo.
  • Caminata con desgano y sin fuerza hacia la cocina - donde se encuentra la bebida -.
  • Elección de la bebida mas fuerte y arrebato de un vaso para beberla cuanto antes.
  • Confusión extrema.
  • Aparición de pensamiento mágico: "Me tomo un avión y me voy a Nepal", "Nunca mas lo veo, desaparezco", "Le voy a hacer lo que sea para que se ponga mal como yo", "Se me va a pasar rápido", "Esto no me vuelve a pasar nunca más", "Si le hubiese dicho x cosa, esto no hubiese pasado - aun sabiendo que hubiese pasado igual - ", "Mejor que sucedió esto", "Las cosas pasan por algo", "Si tomo alguna pasta para dormir, mañana voy a estar bien", "Se va a arrentir y me va a llamar cuando note que no doy señales", "Cuando llame le voy a decir que no quiero volver a saber nada sobre él", "Pido unas sesiones adicionales a mi psicoanalista y ya fue", "En vez de irme a Nepal, me voy a Londres y dentro de 3 días", etc.
  • Toma de conciencia de lo inverosímil que es mi producción mágica de ideas.
  • Frustración y llanto acompañado de varios tragos de bebida.
  • Armado de un porro y, posterior, consumición del mismo.
  • Desolación.
  • Búsqueda del rincón preferido de la casa con mantita transcicional en mano.
  • Despliegue de pañuelos y papel tisue.
  • Paso del tiempo (horas) inmóvil en el rincón acurrucada con la mantita, mareo, dolor de cabeza, ojos paspados y segregación de lágrimas que no detengo, mas bien dejo caer por inercia y a veces saboreo - ya se que son saladas -.
  • Posesión abrupta del teléfono.
  • Comienzo de los llamados a ex novio, mejor amiga/o, psicólogo y (depende en qué circunstancia) mamá a cualquier tipo de horarios - en general, mucho mas que desubicados -.
  • Inconciencia respecto a los mensajes dejados a cada una de las personas mencionadas anteriormente.
  • Incremento de confusión, mareos, malestar y tristeza.
  • Decisión acertadísima: (dos opciones): 1. Si se está demasiado desvastada por todo lo consumido: abandono del rincón, partida hacia el dormitorio y, posterior, metida instantanea dentro de la cama. Conciliación del sueño. 2. Si se está demasiado consternada y no se logra sentir sueño (o el horario no lo permite): abandono del rincón, partida rumbo a la cocina, apertura del cajón-botiquín, búsqueda intensiva de la pastillita mágica, cambio de bebida: alcohol x agua para consumo del fármaco acompañado por un cigarrillo, preparación para darle la bienvenida al sueño, sábanas hasta el cuello hasta perder la vigilia (con previa desesperación al pensar en lo duro que sera el día siguiente).

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Ojalá la próxima pueda leer mi revisión y hacer algo diferente.
Now is very late for that.

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