28 noviembre, 2007

Cuando era mas Joven

Hoy reflexioné sobre lo que me sucede con ese muchacho del subte. No, no es un new BusBoy. Se trata de otra cosa.
Todos los miércoles entre las 18:30 y las 18:45 hs, aproximadamente, dado que hago el mismo recorrido para ir a terapia, me encuentro en el final del subte D, el verde - como yo le digo -. Cuando digo final, me refiero al costado que termina en Belgrano, Congreso de Tucumán (creo) se llama.
Me bajo en dicha estación y, antes de subir las escaleras que me dejan nuevamente en la calle, camino ese little trayecto que uno debe hacer dentro de las instalaciones. Durante todo este año lo estuve viendo, mirando, escuchando y observando. A veces, esperando antes de bajarme del subterraneo.
Ese joven que ESE día (por lo menos) y a ESA hora, está con su guitarra no-unplugged, su sombrero y su style hippie, tocando canciones. No cualquier canción. Siempre son los Beatles. Es un chico Beatle. Así como yo soy una chica Beatle.
(Si hubiésemos vivido en Inglaterra en los años 60' siendo adolescentes, hubiésemos formado parte de la famosa Beatlemanía. Lo sé)
Todos los miércoles, por esos cortos lapsos que me encuentro allí, siento un pequeño bienestar, me conecto con la canción que toca y, por fin, logra sacarme del contexto en el cual estoy concentrada e inmersa. Me hace bien. Ha logrado que, minutos antes de bajarme el subte, yo desee para mis adentros "Ojalá esté tocando x canción" (todo depende del día, de mi animo, de mi humor y de las circunstancias de ese miércoles)
Cada miércoles preparo el dinero y lo dejo caer, junto a un gesto (que siempre es el mismo), en la funda de su guitarra que deja entreabierta para que allí la gente deposite lo que pueda y quiera. Lo curioso es que frente a mi gesto repetido, luego de varios miércoles, el comenzó a devolverme un gesto propio. Entonces, mi gesto y su gesto dicen algo así como "Sí, Los Beatles / Gracias / De Nada /Cómo te agradezco /Qué buena onda tenés" (algo así podría ser el diálogo entre él y yo si no existiesen esos gestos)
Y luego, me voy. Subo las escaleras y ahí, nuevamente, el mundo. Y yo. Hasta que llega otro miércoles.
Él es un joven muy lindo. Tiene su look más bien. Hoy lo ví (es miércoles) y me quedé pensando. Porque lo miré (más que en otras ocasiones) y supe que si yo hubiese sido más joven, si aún sería esa adolescente hippie-burguesa que supe ser, me hubiese enamorado de él. Me hubiese vuelto loca por el BoyBeatle del Subte. Hubiese pasado tardes enteras con él, escuchando vinilos de los Beatles (nada más fantástico que escuchar esos discos en vinilo), teniendo mucho sexo, fumando esas cosas y haciéndole corazoncitos en la ventana empañada.
Pero ya no soy esa adolescente. Y no me enamoro de él, ni me vuelvo loca. Tan sólo agradezco que exista, que esté ahí y que me lo pueda cruzar para escuchar lo que toca con su guitar. Ahora estoy mas aburguesada que hippie, aunque dentro mío sigue siendo del mismo modo, pero siento esa diferencia. Y la siento tanto, que hasta comencé a disfrutar mucho más sus canciones estas últimas semanas sabiendo que me queda poco tiempo por ese trayecto, dado que en unos meses ya no habrá subte porque estaré manejando mi propio coche y, probablemente, algo más aburguesada.
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* Gracias Siciliana por el Link

21 noviembre, 2007

Bordeando lo BordeR

Mientras uno anda distraido por la vida (o tal vez demasiado metido en ciertas cuestiones), ciertas costumbres comienzan a cambiar, se empiezan a instalar en la rutina y, en la medida que vamos agregando un poco más de color a todo esto, resulta que nos encontramos atravesando un momento en el que todo ha cambiado mucho. ¿Demasiado? Nunca lo se.
No puedo detenerme puntualmente a observar con claridad, tal vez, dentro de un tiempo sí y hasta lo haga naturalmente, como cuando uno vislumbra aquello que va dejando y lo mira a lo lejos. Figura - Fondo.
Y me veo inmersa en un mundo peculiar y, por sobre todo, excesivamente Border.
Sin dudas ya me he preguntando cuánto hay de mí en esta realidad Border. Tal vez yo sea una de ellas y no lo registre, pero no. No porque me sentiría en mi habitat natural y no es lo que siento, pero tampoco me incomoda. Claramente siento un bienestar, por momentos, propio de aquel que con mas capacidad psíquica (o con más recursos) se mete dentro de este ambito border y, por lo tanto, sale y entra cuando quiere. Pero las repercusiones del tiempo que va pasando en estos meses borders, comienzan a hacerse presentes y las cosas se desequilibran de un momento a otro. Y es raro. Es todo y nada. Es negro o blanco. Es mucho o poco. Es lindo o feo. Es bueno o malo. Es amor o es odio. Y es complicado manejarse con esta polaridad, porque no me refleja.
Personas erráticas, discusiones abrumadoras, enojos llenos de ira, llamados excesivos, llantos y sonrisas al mismo tiempo, cuestiones de vida o muerte, soledades intensas, necesidades absolutas, condiciones limitantes, pedidos de auxilio gigantes, excesos de todos los colores.
Y Lucy, bordeando lo border, se siente distinta pero con vínculos que puede estrechar y que no puede dejar sueltos y a la deriva.
La horas de regreso un día del fin de semana ya no son las 4 o las 5, ahora son las 11 o las 12, el sueño ya no es reparador sino una molestia que se padece, las personas a quienes se cuentan los temas más confidenciales son desconocidas o habitues de los mismos lugares que uno y, por lo tanto, ya son grandes conocidos (?), los recuerdos son emparchados con datos que van completando los demás, los temas serios mejor no recordarlos, las mentiras se hacen a un costado (mejor no pensar en eso), la vajilla ya no se lava sino que se acumula (de la forma más prolija) hasta el día que llega la mucama, y el posible amor bordea, como Lucy, el gran ambito border. Tan cansada de pensar tanto y de intentar que las cosas sean prolijas o salgan bien, de que un Lumpen me quiera como alguien y no algo, de que un Ringo vuelva, de que un Famous se vuelva estable, de que esa amiga se tome ese avión, de que otros entiendan... el bienestar pasó a buscar otras opciones y el mundo border me invita a darme el lujo de recorrer la vida sin hacerme demasiado problema por algo, sin preocuparme verdaderamente por las cosas y sin esperar absolutamente nada. Efímero placer.
No era lo que tenía planeado pero me estoy divirtiendo.
¿Se gana o se pierde? En eso pienso.
Eso sí, no abandono a los espárragos. Ahora, se sumaron las cerezas.

I Know It’s Only Rock’n Roll But I Like It

08 noviembre, 2007

Please, Wait

En varias ocasiones a uno le ha tocado esperar. A veces son días, otras horas, meses, semanas. En este momento, estoy esperando. Espero que algo se defina amablamente for me. En verdad, espero que se defina. Amablemente ya es una leve expresión de deseo. No importa qué es lo que debe definirse, apunto a ese lapso en el que uno, expectante, espera. Me he preguntado toda la semana sobre todo aquello que se hace cuando transitamos un momento de espera. Dejemos de lado esas horas en las que estamos ocupados o concentrados (si lo logramos) en otras cuestiones que van desde lo laboral hasta lo familiar, si se quiere. O el tiempo en el que descansamos y nos ausentamos del mundo. Apunto al tiempo "ese" que sobra, el que está por el costado de las obligaciones y los deberes. Siempre lo tenemos. Algunos más, otros menos, pero está.
Hay quienes, de forma astuta, se ocupan de estar ocupados en esas fracciones desocupadas. Pero creo que en algo coincidimos todos y es en que tratamos de ocuparnos de algo. Pasadas las horas de conjeturas a solas y en compañía, cansados de la maquinaria mental 24 hs Open, entramos en el terreno de la actividad indiscriminada para que el tiempo corra y no nos demos cuenta. Siempre nos damos cuenta, pero queremos creer que llegará ESA actividad que nos pierda. No llega, no nos engañemos.
Mientras pasaban esos breaks de tiempo desocupado, me observaba para ver qué era lo que hacía. Y me encontré con las siguientes actividades:
- Ir a comprar cosas. Lo que sea. Mirar (las mayor cantidad de tiempo posible) y comprar.
- Tirar el I Ching.
- Contar las personas que caminan con remeras coloradas en las calle, mientras viajo.
- Pelar habas.
- Suspender turnos con profesionales a los que cuando uno visita, sabe que deberá pasar horas en la sala de espera.
- Arreglar cenas y encuentros sin importar horarios ni lugares.
- Pasar horas con mi rompecabeza de turno.
- Fumar cosas.
- Elegir caminar. (así se tarda más)
- Quedarse más tiempo trabajando.
- Mirar fotos.
- Escuchar discos viejos que no se escuchan hace, mínimo, 4 años. Y, entre remember y remember Oh! pasó una horita.
- Tomar todo tipo de remedio para el dolor de estómago ocasionado por la espera.
- Darle fuerte a las flores de bach.
- Llevar mi piedra energética turquesa a todos lados (?)
- Ir a un debate filósofico sobre "El valor de un ramo de jazmines de $2 cuando alguien quiere pedirte perdón" (?)
- Interesarte por cuanta conversación haya alrededor cuando uno se encuentra en algun sitio donde tiene demora.
- Comprar una mascota nueva, para que se te escape a los 4 días (y que no vuelva)
- Parar en esas esquinas "clave" para que los novatos encuestadores te soliciten hacerte "algunas preguntas" (que siempre son 30, mínimo) y recoparte respondiendo hasta el punto de no querer que termine nunca-jamás la encuesta. (y formar parte de las pretty estadísticas!! Oh Yeah!)
- Cambiar el acolchado de invierno por el de verano.
- Exfoliarse hasta la ceja cuando uno se da un baño (así se tarda más)
- Poner canciones en inglés, buscar la letra en internet y cantar arriba para aprenderte la letra con la fonética perfecta.
- Pedirle a la mucama que esconda cosas así, al llegar chan chan...hay que buscarlas! (?)
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Y así la locura se agiganta con excusas y sin reproches hasta que llega el día de la definición y contra cualquier dolor de estómago, cambio climático o accidente doméstico, una se dispone a enfrentarse con la causa cuando el reloj marca la hora, la noche se abre paso, el calendario indica que es viernes y el miedo se llena de Lucy y la acompaña.